Orange Tiny Terror & Dual Terror

Compartir |

Desde hace más de cuarenta años que Orange, la firma británica de amplificadores, es parte del sonido del rock mundial, con artistas como Jimmy Page, Placebo, Prince, Kid Rock, Limp Bizkit, Arctic Monkeys, Slipknot y The Cure, entre otros. En esta oportunidad probamos dos cabezales valvulares, con gran poder y reducido tamaño.

El Tiny Terror es un cabezal valvular clase A de 15 watts. De derecha a izquierda, y luego de la entrada de rigor, están el control de ganancia o Gain, el de tono y el de volumen. Le sigue un switch que habilita la selección de funcionamiento para 15 o 7 watts, y que en el medio activa el stand-by, para finalizar con el switch on/off. En su parte trasera, el Tiny Terror trae tres salidas para bafle: dos de 8 Ohm y una de 16 Ohm. En su interior, el cabezal trae dos válvulas 12AX7 (ECC83) en el preamp y dos EL84 para la potencia. Las medidas del Tiny Terror son 30 x 14 x 13 cm. aproximadamente, y está confeccionado íntegramente en metal. Por lo tanto, estamos ante un cabezal sólido y fácil de transportar.
Algunos dirán: "¿…tan pocos controles?" "¿…y sólo 15 watts?" A no engañarse. Este chiquitito es capaz de mover paredes, y de rockear como se debe. Este tipo de amplificadores revelan el verdadero carácter de un instrumento, por lo que se recomienda que la guitarra que le enchufemos haga juego con la calidad del equipo.

El Tiny Terror, tanto en la opción de 15 watts como en la de 7 watts, es comparable a lo que serían unos 30 watts de un ampli transistorizado. Y más, si en vez de a un 2 x 12", logramos conectarlo a un 4 x 12" con Celestion Vintage 30. Al ser un ampli de un solo canal, habrá que trabajar sus controles en conjunto con los de la guitarra. Pero de todas formas, y gracias a la calidad de su audio, todo lo que proviene de este "chiquitito de terror" es absolutamente de primera. Los sonidos limpios tienen una especie de compresión natural, y hasta los seteos más limpios logran muy buen sustain (volumen al 50% y ganancia al 25%). El nivel de su saturación, lo hace apto para rockear a full (volumen 30% y ganancia 50%), o para solear sin necesidad de un pedal (volumen 30% y ganancia 80%). En todos los seteos, es conveniente trabajar con el control de tono entre el 40 y el 70% para moderar las distintas frecuencias.

El Dual Terror trae 30 watts de puro poder valvular clase A. ¡Ni más ni menos! Es un cabezal con dos canales, los cuales tienen idénticos controles: volumen, tono y ganancia. Trae 4 válvulas ECC83 en el preamp y 4 EL84 en la potencia. Junto al switch de on/off se encuentra el que selecciona el wattage del ampli: Full (30 watts) y Half (15 watts). En la parte trasera continuan las opciones, ya que existe un switch llamado "4 Output Tubes" y "2 Output Tubes". De esta forma, la opción de potencia se extiende entre 30, 15 y 7 watts. También tenemos la salida para un footswitch opcional de cambio de canal y las salidas para bafles (8, 8, y 16 Ohm). Su construcción es idéntica a la del Tiny Terror, y sus medidas son sólo un 20% más grandes. Al igual que el otro cabezal, el Dual Terror incluye una funda acolchada para su protección y transporte.

Si bien el diseño es minimalista, algo típico en Orange, el sonido es inversamente proporcional a esta característica. El canal llamado Tiny Terror reproduce los registros de aquel ampli, mientras que el Fat Channel suma una segunda opción sonora a la paleta del cabezal Dual Terror. Ya sea con el selector en Full o Half, o con la opción de 2 o 4 válvulas de salida, el carácter de este cabezal lo ubica entre los más profesionales de la actualidad. Su sonido clean es cálido, con cuerpo, y con sustain, haciendo que tanto en líneas melódicas como en acordes, las notas tengan una autoridad muy particular. En el rubro saturación o distorsión, este registro es rico en armónicos, facilitando así la ejecución del guitarrista.

En resumen, no importa si hacés blues o pop, hard rock o reggae, britpop o grunge. Éstos son amplis profesionales, que nos recuerdan el porqué de la vigencia del sonido valvular en pleno siglo XXI.

Marcelo Roascio